lunes, 25 de junio de 2012

Travesuras de la niña mala

La historia de amor más hermosa y sincera que he tenido la oportunidad de leer. 

Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa fue Premio Nobel de Literatura en 2010 y en ella descubrimos cómo el amor a lo loco es capaz de condicionar, dominar, destrozar y doblegar la vida de una persona y al mismo tiempo hacerla feliz. Esa persona en este caso se llama Ricardo, el niño bueno, y es un intérprete de la UNESCO de origen peruano afincado en París. 

Ricardo en sus propias palabras nos cuenta que se enamoró de la niña mala como un becerro en el verano de 1950 cuando ambos vivían en el barrio limeño de Miraflores. Aquella historia en apariencia pasajera acabó como suelen terminar todas las de la adolescencia pero la mala o buena fortuna de Ricardito hizo que se reencontraran años más tarde cuando él ya vivía y trabajaba en la capital francesa. Del pasado de la niña mala no supo más que embustes y de la realidad que la rodeaba cuentos y fullerías sin embargo llegó a conocerla y amarla más que ella misma. 

Alfaguara
Lily que es como se llamaba la muchacha cuando se hacía pasar por chilena acomodada en el barrio de Miraflores se convirtió con los años y la ayuda de sus amantes en una mujer sofisticada, astuta y enigmática que no dudaba en utilizar a los hombres para medrar en la vida. Entre marido y marido, dando saltos de ciudad en ciudad y cambiando de identidad tanto como de imagen la niña mala caía lo mismo que huía de los brazos de Ricardo. Años de pasión, odios, celos, idas y venidas unieron los destinos de estos dos personajes profundos y entrañables que se recorrieron medio mundo buscándose el uno al otro. Ella de vez en cuando se dejaba amar por el niño bueno pero nunca parecía querer estar con él a pesar de las continuas declaraciones de iniciar una historia en común que el desgraciado le hacía desesperadito de amor. Y es que la niña mala no era más que una víctima de sí misma y de las circunstancias que quizás le tocó vivir, o puede que simplemente fuese así, que naciera ya obsesionada con el dinero, con el poder y las ansias de poseer la libertad que tiene el que se deja querer sin caer en la debilidad de amar a nadie, o que no se conformase con la mediocridad, que no quisiese una existencia anodina y que pensase que para ella el destino guardaba ese “algo más” que perder la cabeza por cualquier cabestro que después de unos años y varios hijos le “metiese cuernos” y la “dejase tirada”. 

De la prosa no puedo más que decir que es sublime, maravillosa, elocuente a la vez que natural y con la coherencia que requiere la narrativa en primera persona. El ritmo de la novela es el justo y no le sobra ni una sola coma. Tampoco le falta. 

Éste un libro conmovedor, cómico a ratos, desgarrador y magnético incluso un poco asqueroso en algunos fragmentos. Una muestra fiel, realista y bella de lo que es la vida, al cabo. 

No dejo de pensar en lo curioso que es el lenguaje pues en esta semana he aprendido que la palabra que en un país significa borracho y en otro quiere decir enamorado. Tiene sentido.

lunes, 11 de junio de 2012

La última noche

Vitalista, muy dulce y con sabor andaluz. 

Francisco Gallardo se hace con el V Premio Ateneo de Novela Histórica con esta obra que nos acerca a la historia de Sarah Avenzoar, una de las primeras mujeres en ejercer la Medicina y que vivió en el siglo XII de la era de los cristianos, el sexto de la Hégira. 

Esta mujer única y adelantada a su época creció en Al Ándalus, concretamente en Sevilla, rodeada de poesía y tratados de medicina y dedicó su juventud al estudio de esta disciplina. Con talento y esfuerzo Sarah Avenzoar, nieta del famoso médico Abu Marwan Avenzoar, se hace merecedora ante el gran Averroes de la iyaza que le permitía ejercer su vocación de curar mujeres y niños. 

Desde Marraquech y en la última noche de su vida Sarah recuerda su infancia, su adolescencia y el camino que le ha llevado hasta el harén del califa. La protagonista y narradora escribe sobre un pergamino que ella misma hizo con la piel de un cervatillo a sabiendas de que su existencia en este mundo se agota. 
En esa última noche Sarah Avenzoar nos cuenta con palabras tan dulces como sabias cómo vivió ella misma el desarrollo de su feminidad, el despertar del amor, y la pasión maternal. Y es que Francisco Gallardo en una ambientación maravillosa y ampliamente documentada consigue envolver al lector en el aroma y el embrujo de la Sevilla almohade trasladándolo a la época de los palacetes, de los costureros, de los baños, de los ropajes de lino con bordados dorados y de los pasteles de miel. Es un placer pasearse por un trozo de la Historia que tanto poso ha dejado en nuestra cultura. 

Ya he comentado en alguna ocasión la profunda admiración que siento por la primera persona pues me parece un recurso en si mismo arriesgado por los limites de conocimiento y de consciencia que no tiene un narrador omnisciente. Es cierto que la primera persona puede atrapar la atención de quien lee e influir sobre sus emociones de una forma más poderosa que la tercera persona pero se corre sin embargo el riesgo de causar el efecto totalmente opuesto si al narrador le falta coherencia, profundidad o el ritmo del relato no es el adecuado. Francisco Gallardo logra que la voz de Sarah Avenzoar nos haga olvidar que hay un autor tras su discurso creando así la ilusión, el encantamiento o la magia en la que el personaje salta de la tinta para dirigirse al lector. 

Ésta es una novela vitalista, sin duda, con un relato sencillo y una prosa amable, delicada y detallista, una novela atractiva, femenina y entrañable a la que no le falta la intriga de las pasiones de la carne, la trama política y los secretos más oscuros y peligrosos de las envidias pero sobre todo me ha parecido una novela valiente sobre una mujer valiente que afrontó la vida con la misma entereza con la que afrontó la muerte.

lunes, 4 de junio de 2012

La primera mujer de Se-Yuan

Un Premio Nobel imprescindible. Una moraleja inolvidable. 

Hoy traigo un libro especialmente importante para mí pues fue una de las lecturas que más huella dejaron en mi adolescencia. Por desgracia últimamente vengo poniéndola de ejemplo en muchas de las conversaciones que mantengo. 

Con La primera mujer de Se-Yuan Pearl S.Buck se hizo con el Premio Nobel de Literatura en el año 1938 aunque la edición que yo tengo en casa y la que se ve en las fotografías es de 1945. 

La autora de origen estadounidense escribió más de ochenta libros, muchos de ellos novelas, dedicando la mayor parte de su obra a describir el lado más amable de China, donde vivió durante cuarenta años. 

En esta novela la escritora nos cuenta cómo el cambio de mentalidad de Yuan trastoca los pilares fundamentales de su primera esposa y de su familia. Y es que Yuan tras contraer matrimonio y ser padre muy joven viaja hasta Estados Unidos para terminar sus estudios dejando en casa de sus padres, a su mujer y a sus dos hijos. A su regreso se hace manifiesto que ha ocurrido lo inevitable; Yuan había cambiado. El acceso a una educación de calidad, el contacto y la interacción con otras culturas provocó que su manera de entender el mundo, la amistad, la igualdad y el sexo experimentaran modificaciones a nivel estructural. 

Al llegar de nuevo a su casa Yuan comprueba que todo sigue igual. Las mismas costumbres, el machismo, y la sumisión de su esposa hacen que el muchacho sufra un profundo choque cultural. 

A pesar de que su primer impulso es repudiar a su esposa puesto que bien poco tienen ya en común, Yuan decide darle una oportunidad para que se convierta en una mujer con personalidad propia tal y como los nuevos tiempos exigían, tal y como había visto y conocido al otro lado del mundo. El marido piensa que semejante transformación solo podía hacerse mediante el estudio por lo que la primera esposa tendrá que asistir a clase con niñas de la edad de su hija pequeña. 

La primera mujer de Se-Yuan es una historia hermosa apoyada en detalles delicados y entrañables sobre la cultura china que nos hace reflexionar sobre la importancia de una educación de calidad y de la fusión entre distintas culturas pues no hay otro camino hacia una sociedad con sabiduría y criterio propio. Una sociedad encerrada en sí misma, que no valora la educación ni el desarrollo no será libre jamás y está condenada a quedarse atrás, anticuada y obsoleta. Lo supo Pearl S. Buck hace casi ochenta años, no nos conviene olvidarlo.